Juan Tokeshi (1955-2013) fue un arquitecto y maestro peruano que enfrentó con imaginación, valentía y perseverancia los retos que se impuso a partir de su sólida vocación por quienes menos tienen. Y en el Perú, eso es pensar, enseñar y ejercer la arquitectura a contracorriente. A un año de su partida, compartimos el texto de homenaje escrito por uno de sus colegas en DESCO, y publicado en nuestra edición 192.
Juan tokeshi gusukuda o shirota, el camino de la utopía

Juan Tokeshi (1955-2013) foto: gustavo riofrío

Escribe: Mario Zolezzi

La opción profesional de Juan Tokeshi (1955-2013) puede ser leída como el intento cotidiano y persistente de unir vida y obra. Teniendo como piso su compromiso con la arquitectura y la enseñanza, Juan edificó un estilo personal de apariencia caótica que materialmente portaba en cajas, maletas y mochilas en las que podíamos encontrar desde libros y planos, hasta zapatos de trabajo, ropa deportiva, estilógrafos, lápices de color y memorias USB. También fotografías, afiches, fotocopias, volúmenes diversos y humildes folletos que daban cuenta de su interés genuino por el arte, el deporte, la política y la cultura, la sociedad, el Perú y el Japón.

Sabía que el desorden de sus libros, de sus incontables libretas de apuntes, [1] cuadernos y hojas sueltas, no tenía remedio. Le había tocado ser así y en medio de todo eso navegaba con tranquilidad, aunque de cuando en cuando refunfuñaba por no encontrar algo que había traspapelado. Pero tenía una gran memoria para recordar personas, todo tipo de personas, aunque preferentemente a los alumnos y alumnas de las muchas universidades en las que enseñó. 

Viajero empedernido, conoció mucho nuestro país y su gente. Tanto por razones de trabajo profesional y académico, como por su rol de directivo de cultura del Centro Cultural Peruano Japonés, buscando nikkeis en selva, sierra y costa para integrarlos a “la comunidad”. La curiosidad y la amistad fueron sus pasajes  a las ciudades y pueblos remotos del Perú. 

Limeño victoriano, sufría como gran amante del fútbol, de cuyas contingencias semanales obtenía siempre reflexiones aplicables a la vida, que combinaba con mucha destreza con lo mejor del cine de los grandes directores japoneses y europeos. También lo cautivaban deportes como el vóley —organizó varios equipos con señoras jóvenes de los barrios donde trabajaba—; el béisbol, que practicaba como buen descendiente nikkei en el diamante del club AELU; y por cierto el ajedrez, en el que con mucho éxito sacaba la cara por desco en los viejos campeonatos intercentros. 

Juan fue siempre, y con mucha convicción, un hermano y un hijo. Cultivaba la ingenuidad nacida de la pureza, nunca de la tontería. Si algunos quisieron aprovecharse de esta puerta abierta, pronto descubrieron que no era candidez sino idealismo y naturalidad que se imponían y ganaban el respeto de todos. Como el menor de los hermanos Tokeshi, también colaboraba haciendo bollos y panecillos redondos, como jugando, en la pastelería familiar. Siempre se sintió muy orgulloso de eso y lo proyectaba hacia los muchos pequeños con los que entablaba conversaciones y jugaba, ganándose la confianza de la comunidad. 

archivo citio

Desde inicios de los 90, Juan inició su prédica sobre la densificación urbana para maximizar el uso del suelo y obtener viviendas de calidad en los barrios populares. Una prédica que definió su vida, su docencia y su apuesta política. Desde entonces y hasta que pudo seguir viajando y dictando clases  —y viajando para dictar sus clases—, la densificación de los barrios populares fue su leitmotiv, el motor de su relación con colegas y estudiantes de todo el país. En esa línea de preocupación, la construcción de escaleras para facilitar el acceso independiente a departamentos en segundos y terceros pisos fue un genuino interés en Juan y también uno de las temas con los que inició a sus alumnos y alumnas en el reto de imaginar, diseñar y conseguir más viviendas en barrios populares, con “mejores resultados sobre un mismo lote” y con una solución “agradable”, como solía decir. “Agradable”, la palabra favorita de Juan para abreviar bueno, bonito y barato: una arquitectura definida como funcional, bien resuelta y especialmente adecuada a los recursos muy limitados de las familias más pobres.

Ser “arquitecto descalzo”, las palabras de Juan sobre su opción vital, definen bien su apuesta: “trabajar con la comunidad en el logro de una vivienda de calidad, que sea como sus vidas imaginadas”. Todos los que tuvimos la invaluable experiencia de trabajar con Juan, reconocemos en él la posibilidad de unir con imaginación vida y obra, en una arquitectura que intentó soluciones para nuestras ciudades a partir de preguntarse, aprender y trabajar para los que menos tienen.



[1] En una de aquellas libretas anotó y dibujó detalles de los cinco días que permaneció como rehén del MRTA, en la toma de la casa del Embajador de Japón. Véase: Tokeshi, Juan, “Golpe al corazón”. Quehacer n.º 105, 1997, pp. 38-44.

La foto principal es de Mario Vásconez.

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